miércoles, 15 de agosto de 2012

El maestro de ajedrez y el computador


El maestro de ajedrez y el computador

Después de la victoria de Deep Blue, ¿en qué quedó el juego? La lectura de Metáforas de ajedrez, de Diego Rasskin-Gutman, lleva a Kaspárov de vuelta a los tableros que han enfrentado a supercomputadores y grandes maestros.
El maestro de ajedrez y el computador
No quedan muchas dudas sobre el hecho de que cada persona posee diferentes cantidades de talentos cognitivos, como la memoria a largo plazo y las habilidades visoespaciales, que se supone emplean los jugadores de ajedrez. Una de las razones por las cuales el ajedrez es un “laboratorio incomparable” y un “nexo único” es que exige un alto rendimiento de múltiples funciones cerebrales. La razón por la que muchas de estas investigaciones fallan en un nivel práctico es que no reconocen la importancia del proceso de aprender y jugar ajedrez. La capacidad de trabajar duro muchos días sin perder la concentración es un talento. La capacidad de seguir absorbiendo nueva información después de muchas horas de estudio es un talento. Programarnos para analizar los resultados y procesos de nuestra toma de decisiones puede ayudarnos a mejorar de manera similar a como un algoritmo más inteligente jugará mejor que otro aunque sean procesados por el mismo computador. Quizá no sea posible cambiar nuestro hardware, pero definitivamente podemos mejorar nuestro software.
Con la supremacía de las máquinas de ajedrez que estamos viendo actualmente y el hecho de que el desafío “hombre versus máquina” se haya convertido en una cosa del pasado, tal vez sea hora de regresar a los objetivos que hicieron que el ajedrez por computador fuera tan atractivo para muchas de las mejores mentes del siglo XX. Jugar mejor al ajedrez era un problema que querían resolver, sí, y ya ha sido resuelto. Pero también había otros objetivos: desarrollar un programa que jugara ajedrez pensando como un humano, e incluso tal vez aprendiendo el juego como lo aprende un humano. Con seguridad esto sería un camino de investigación mucho más fructífero que crear, como lo estamos haciendo, algoritmos cada vez más rápidos, procesados por computadores cada vez más rápidos.
Ésta es nuestra última metáfora del ajedrez, una metáfora de cómo hemos desechado la innovación y la creatividad a cambio del suministro constante de productos comercializables. El sueño de crear una inteligencia artificial que enfrentaría un antiguo juego considerado símbolo del pensamiento humano ha sido abandonado. En lugar de eso, cada año tenemos nuevos programas de ajedrez, y nuevas versiones de los viejos, que se basan en los mismos conceptos básicos de programación desarrollados en los años sesenta y setenta, en los cuales se elige un movimiento mediante la búsqueda a través de millones de posibilidades.
Como muchas otras cosas de nuestro mundo moderno, rico en tecnología y pobre en innovación, el ajedrez por computador ha sido víctima de la cultura del exceso y las exigencias del mercado. Los programas que usan la pura fuerza bruta juegan el mejor ajedrez, entonces ¿para qué molestarse con otra cosa? ¿Para qué perder tiempo y dinero experimentando con ideas innovadoras, cuando ya sabemos qué es lo que funciona? Esa manera de pensar debería horrorizar a cualquier persona digna de llamarse científico, pero lamentablemente parece ser la norma. Nuestras mejores mentes se han ido a trabajar a la ingeniería financiera en lugar de dedicarse a la verdadera ingeniería, y los resultados son catastróficos para los dos sectores.
Tal vez el ajedrez no sea el juego para estos tiempos. El póker está ahora por todas partes: los aficionados sueñan con ganar millones y aparecer en televisión sentados a la mesa de un juego de cartas cuya complejidad podría detallarse completamente en una sola hoja de papel. Sin embargo, mientras que el ajedrez es un juego ciento por ciento basado en la información –los dos jugadores conocen todos los datos disponibles todo el tiempo– y, por lo tanto, es susceptible de sucumbir al poder del cálculo, el póker tiene cartas escondidas y apuestas variables, lo cual le adjudica un papel crítico a la suerte, al engaño y al manejo de riesgos.
Éstos pueden parecer aspectos del póker enteramente relacionados con la psicología humana y, por lo tanto, invulnerables a la incursión de los computadores. Una máquina puede calcular comúnmente los resultados de cada mano, pero ¿qué hacer ante un oponente que tiene pocas posibilidades de ganar y que hace una apuesta grande? Y sin embargo los computadores también están avanzando en ese campo. Jonathan Schaeffer, el inventor del programa que resolvió las damas, ha trasladado su interés al póker y sus jugadores digitales están desempeñándose cada vez mejor contra humanos fuertes, con obvias implicaciones para los sitios de juego en internet.
Tal vez la tendencia actual de muchos profesionales del ajedrez, que se están dedicando al pasatiempo más lucrativo del póker, no sea completamente negativa. Tal vez no sea demasiado tarde para que los humanos volvamos a aprender a tomar riesgos con el fin de innovar y así mantener el estilo de vida avanzado que nos gusta. Y si se necesita un supercomputador que juegue póker para que nos recuerde que no podemos disfrutar de las recompensas sin tomar riesgos, entonces que así sea.

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